sábado, 28 de julio de 2007

Los Indeseables tienen una bomba


En varios noticiarios se comentó el atentado ocasionado por el supuesto grupo anarquista “fuerzas autónomas y destructivas León Czolgosz”, ocurrido el pasado martes 17 de julio en el edificio de la embajada británica. Cabe recordar que no es la primera vez que se conoce una acción de éstas por parte del mismo grupo, pues el año pasado detonaron un explosivo en las oficinas de la Agencia Nacional de Inteligencia, que coincide con un periodo de fuerte investigación y represión policial contra algunos movimientos sociales “más radicales”. A estas alturas comentar más de lo mismo que se ha dicho en la prensa oficial sería absurdo, pero creemos importante discutir y analizar, en cierta medida, la secuencia de pequeños atentados que han vuelto a reaparecer por estas latitudes, observándoles desde sus causas y contextos que forman parte de una continuación histórica, de acciones dirigidas a criticar el estado social y su permanente conflicto (la guerra de clases).

Algunos escritores e historiadores no han dudado en asimilar estas acciones, calificándolas sobre el concepto de “terrorismo”, remitiéndose a la historia de los atentados anarquistas conocidos a fines del siglo XIX en los países del viejo continente. Ya en esa época, la especulación abundaba tanto en la prensa como en la voz de algunos personajes que contrariaban las acciones de proletarios y revolucionarios protagonistas de tales hechos, describiéndolos como unos “hombres perdidos”*. Pero qué es el terrorismo, sino unos actos de violencia ejercidos para causar el pánico en la población y sin ir más allá, un término aplicado por los gobiernos para condenar las conspiraciones contra su orden autoritario. En contraposición, los anarquistas de antaño planteaban sus acciones desde lo que fue llamado “propaganda por los hechos”, es decir tácticas de difusión antagónicas a la opresión de la clase dirigente. Planteamientos desde los cuales se argumentaba que tales acciones directas “pueden hacer en unos pocos días, más propaganda que miles de panfletos”**.

Sin duda, la divergencia de opiniones que aparecieron después de un periodo continúo de atentados en la vieja Europa (específicamente en Francia), donde personajes como Ravachol, fueron criticados y alejados de las filas militantes del anarquismo clásico, así como de los círculos “socialistas” que trataban de desvincularse de los actos individuales ejercidos por este y tantos otros que, más allá de defender una ideología, ejercían una critica radical contra la miseria impuesta al proletariado desde las cúpulas dirigentes. Critica que tendrá vigencia hasta el día en que vivir valga la pena.

Desde luego, la divergencia de opiniones acerca de estos actos, llámese anónimos y/o individuales vienen dadas desde los tiempos anteriormente descritos, en que el espíritu revolucionario se vio opacado tras la derrota de la Comuna de Paris y la posterior imposición de los socialdemócratas. Pero, ¿no es acaso, una crítica tendiente a la búsqueda de la inocencia en la imagen pública -en este caso, del anarquismo- para desvincularse de aquella visión que los asimila con la de unos dinamiteros?

Cuando observamos que el conflicto social no pasa por una percepción particular de la situación actual de cada persona, sino que forma parte de la respuesta a una tensión histórica reproducida en la sociedad de clases. Por lo tanto, es preciso comprender que un atentado de tales características, no constituye una acción aislada y ambigua de unos amantes por la dinamita, sino que representa el desprecio hacia unas instituciones opresoras, ocultadas tras el escudo de sus propias leyes para condenar en la agonía a una humanidad oprimida y cada vez mas enajenada. Donde la violencia ejercida por los estados del mundo, es solapada por el velo de la paz social, que solo privilegia la segura existencia de su elite dominante.

El ruido diario de las metrallas disparadas por el Poder, aquí y en todos los estados del mundo, nos recuerda que “no se trata de cambiar un gobierno por otro, ni de oponer la paz burguesa a la guerra; la paz es siempre parte de la guerra”***.
Brigada Nabat.

"La Injusticia no es anonima, tiene nombre y direccion"
(Bertol Brecht).

*- como el nihilista ruso Serguei Netcháiev en su obra Catecismo del revolucionario. 1868-1869. fuente extraída del libro Ficciones del Anarquismo, de Uri Eisenzweig. 2004, Fondo de cultura económica, México. Pag. 66.
**- Pedro Kropotkin. Se desconoce el texto original de la frase.
***- “Sobre los atentados en Madrid el 11 de marzo 2004”. Revista Comunismo, nº.52, Septiembre 2004. GCI.


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