viernes, 30 de enero de 2009

Nosotros, los resentidos.

El resentimiento significa literalmente volver a sentir o sentir algo de nuevo. Es un acto de expresión innata del ser humano, una emoción compleja, que puede originarse durante los primeros años de vida de un sujeto como fruto de su primera etapa de socialización y donde el contexto o medio determina el conjunto de matices emocionales del sujeto. Imaginemos (no es difícil imaginar) a un grupo de hermanos que ha sufrido la ausencia constante de sus padres trabajadores y que está expuesto a la pobreza material, social y cultural del medio. En esta circunstancia es esperable que las emociones de miedo, pena y rabia los invadan y que posteriormente alimenten la hoguera del resentimiento y desesperanza que crece en la medida que se enfrentan a un sistema de violencia institucionalizada y legalizada. Esta situación resulta aun más escandalosa al agregar que un grupo no minoritario de la sociedad está exento de dramas similares. Veamos, si la primera experiencia privativa se inserta en la evidente inequidad e injusticia de un sistema extremadamente polarizado no podríamos esperar sino un refuerzo de la emoción negativa. ¡Cómo es posible que existan algunos “iluminados” que no comprenden esta dinámica de causa-efecto y que no identifiquen en el resentimiento una respuesta frente a un sistema que, más allá de estar en crisis económica, está en una constante crisis moral!
El origen universal del resentimiento radica en las siguientes acciones:
- Cuando los demás tratan de decirnos qué hacer, cómo llevar nuestras vidas, lo que necesitamos, lo que ellos piensan que es lo mejor para nosotros.
- Cuando los demás nos dicen lo que piensan que debemos de hacer, cómo piensan que debemos de sentirnos, cómo piensan que debemos de actuar.
- Cuando los demás nos privan de nuestras necesidades.
- Cuando vemos a aquellos que tienen el poder abusando de éste y lastimando a otros que tienen menos poder.
- Cuando nos sentimos falsamente acusados, juzgados, juzgados de antemano, discriminados, etiquetados, ignorados, atacados, perseguidos, subestimados, invalidados.
- Cuando nos sentimos engañados por otros.
Las causas anteriores nos caracterizan tácitamente el devenir del sistema actual y logran evocar las palabras de J.P. Proudhon dirigidas al sujeto gobernado: “Ser gobernado es ser mandado, legislado, censurado, reglamentado, encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, explotado, tarifado, reprimido, juzgado, condenado por seres que no tienen ni título, ni ciencia, ni virtud”.
Usted concluirá que no es complejo determinar el germen de nuestra desgracia y que, por lo tanto, no es difícil inferir la solución del problema. Somos agentes transformadores, acostumbrados al desaire de aquellos que niegan toda injusticia, toda violencia cotidiana ejercida por el poder en cualquier lugar del mundo y que se atreven a descalificar a quienes estamos convencidos que el resentimiento es un motor poderosísimo de la existencia, un trampolín desde el que gran parte de la humanidad ha saltado alguna vez hacia objetivos notables. De esta forma, lógica, podemos vincular intrínsecamente nuestro “resentimiento” a nuestra acción política. También para nosotros el resentimiento es la consecuencia de la lucha entre clases oprimidas y clases opresoras.

unos resentidos, verano en Santiago.

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